Bajo el lema #QUEDATEENCASA, ciudadanos en todas partes del mundo. Desde nuestras individualidades y en pos de la acción colectiva nos convocamos a llevar adelante esta tarea. La pandemia del coronavirus es una de las pocas experiencias de actualidad reciente que invitan paradójicamente a la Responsabilidad Social, cuando este concepto se creía que solo era un término aplicable y obligatorio para las empresas.
A lo largo de la historia, la humanidad ha vivido ya este tipo de experiencias de aislamiento por pandemias, epidemias, guerras, desastres naturales, etc. Pero para nuestra “suerte” el coronavirus nos toca en un contexto de nuevas formas de relacionamiento. Las redes sociales y de acceso a la comunicación e información en tiempo real nos permiten tener una percepción más certera acerca del futuro, en donde la única incertidumbre es la de saber si la humanidad unida podrá dar batalla atacando al enemigo con el arma más letal, aquella que evitaría que este virus se propague, es decir, nuestra decisión voluntaria de aislarnos temporalmente.
Hoy, en mi primer artículo de opinión para ETNOGRAFICAS, me detendré en este término “responsabilidad o compromiso social” que se está utilizando al hablar de la batalla contra el coronavirus, para luego arribar a una conclusión que nos convoque a la siguiente reflexión: ¿Seremos capaces de comprender que solo con un proyecto u objetivo que implique la acción colectiva para un bien en común nos permitirá enfrentar esta pandemia? Ante las deficiencias en una estrategia política a nivel global ¿Podremos en el plano local disminuir la velocidad de un enemigo invisible?
Para ello, me pararé sobre una definición apropiada a fin de no redundar en términos técnicos de complejidad lingüística definiendo a la “Responsabilidad Social” como … “ término que se refiere a la carga, compromiso u obligación, de los miembros de una sociedad ya sea como individuos o como miembros de algún grupo, tanto entre sí como para la sociedad en su conjunto”.
¿Compromiso, carga u obligación de qué, de quién y para que propósito en común? Compromiso de quedarse en casa y de mantener distanciamiento social (físico) para el cuidado de nuestro entorno social y familiar (ciudadanos). Obligación ética y legal de no aumentar los precios de productos esenciales a nuestros clientes (Abastecedores/ Supermercados/Mercados). Responsabilidad ética de proporcionar información u opinión responsable y oportuna acerca de la situación para trasmitir tranquilidad a la ciudadanía acerca de lo que está sucediendo en nuestra ciudad (Medios de Comunicación e Influencers Digitales). Obligación moral de no realizar compras compulsivas de productos que hacen a la protección de nuestra salud (consumidores/ciudadanos). La carga económica de subvencionar sectores sociales vulnerables (Estado) y de no cortar servicios por falta de pagos (Empresas de Servicios Públicos). Compromiso de asistencia de los trabajadores de la salud, de transportistas, fuerzas de seguridad para poder brindarnos tranquilidad y protección (Agentes Públicos) podrían ser algunos de los ejes desde donde pensar la responsabilidad social en tiempos de coronavirus.
Muchos desde el lugar que les toca por ser actores claves están demostrando “solidaridad, sensibilidad, compromiso, responsabilidad social” por fuera de su propio interés individual, y el de su propio “yo”.
En un escenario de incertidumbre, ante una crisis global para la que nadie estaba preparado. Ni la dirigencia política, ni los técnicos, ni ciudadanía. Con un virus que ha despertado el sueño de un nuevo orden mundial. Nosotros, los ciudadanos “comunes” debemos más que nunca “pensarnos como comunidad y actuar como tales” ya que será la suma de nuestros esfuerzos los que efectivamente nos permitirá alcanzar el “bien común” ganándole la guerra a un enemigo que no tiene cara.
Por Lic. Magali Sequeira